viernes, 5 de agosto de 2011

Los Desposeidos: el día que Bakunin se puso un traje espacial.

El de la ciencia-ficción es un mundo eminentemente masculino. Son bastante pocas las mujeres que se han dedicado a este género, así que hoy quisiera reivindicar la figura de una de las grandes damas de la ciencia-ficción, Ursula K. Le Guin, la primera mujer en obtener el título de Gran Maestra de la Asociación Americana de Autores de Ciencia Ficción y Fantasía (SFWA) en 2003. Una autora que ha cultivado tanto el género de la fantasía mas clásica de magia y espadas, como la ciencia-ficción propiamente dicha, campo en el que es reconocida como uno de los nombres mas importantes, si no el que mas, de la llamada ciencia-ficción social, subgenero centrado en la especulación sobre hipotéticas sociedades futuras, en cuya detallada y consistente descripción sobresale Le Guin. Es en este campo donde se enmarca Los Desposeidos, publicada en 1974, con seguridad la novela mas política de la autora.


El título completo de la obra incluye el subtítulo Una Utopía Ambigua, que nos da una primera indicación de la temática. Las obras de Le Guin a menudo tratan del conflicto entre diferentes formas de entender la vida, y esta no es una excepción. Sin embargo, mientras en muchas de las obras de ciencia-ficción de la autora el origen del conflicto suele ser el contacto entre dos razas, usualmente los humanos y alguna raza alienígena cuya cultura ha sido modelada por particularidades biológicas que los humanos, al no compartir, no pueden entender, en Los Desposeidos las dos sociedades enfrentadas son dos pueblos de la misma raza, pero separados por un salto en el espacio, por 200 años de incomunicación, y sobre todo, por un abismo ideológico. Los habitantes del planeta Urras viven en un bullicioso mundo comercial, conectado con el resto de la galaxia, y entregados a los negocios. Mientras, sus vecinos del planeta Anarres (en realidad, el gigantesco satélite del mundo anterior) han optado por el aislamiento y la autosuficiencia, y gobiernan (si es que resulta pertinente usar esta palabra para describir el caso, que mas bien no) su mundo como una gigantesca colectividad anarquista.

A continuación se desvelan algunos detalles de la trama

El origen de esta curiosa situación se remonta, como ya dije, a unos 200 años atras. Para poner fin a una guerra civil contra los revolucionarios seguidores de una carismática lider anarquista, el gobierno de Urras consintió en entregar a dichos revolucionarios el control del planeta vecino, por entonces una colonia minera, para que construyesen allí su sociedad perfecta, a cambio de que desistiesen de su levantamiento. Los revolucionarios consintieron en marchar al exilio, se firmo un acuerdo de paz, que establecía unas limitadas relaciones comerciales entre ambos mundos por las que se intercambiarían en el futuro una serie de productos de los que cada uno de ellos carecía en el suyo, y una vez establecidos los revolucionarios en su nuevo hogar, ambos pueblos se dieron la espalda en adelante durante dos siglos... hasta el momento en que un descubrimiento científico altera el status quo.

El descubrimiento en cuestión lo hace el protagonista, Shevek, un eminente físico teórico nacido en Anarres. Este científico ha desarrollado una revolucionaria teoría que podría usarse para fabricar un aparato capaz de conseguir la transmisión de mensajes a velocidad superior a la de la luz (Le Guin ilustra por lo tanto en esta novela el orígen del aparato ficticio conocido como ansible, que aparece en diversas de sus obras de ciencia-ficción, y al que otros autores del género también llaman por ese nombre). La publicación de una obra científica de semejante calado en la que es considerada por sus vecinos como una sociedad subdesarrollada tiene un gran valor propagandístico para algunos de los miembros de lo que podríamos considerar la élite intelectual de Anarres, que al principio apoyan al sabio.

Pero cuando llega una invitación del mundo vecino para que el eminente científico imparta un curso en una reputada universidad, se desata la polémica entre los partidarios de que acepte la propuesta, y los que ven en ello una traición a su sociedad, pues significa retomar el contacto con el odiado enemigo de antaño.  Shevek consigue viajar, pero cuando llega al planeta vecino, sus problemas continúan. Allí se encuentra con que sus clases, conferencias y apariciones públicas son sometidas a una férrea censura por el gobierno local, que teme que la presencia de un nativo de Anarres como profesor en la universidad despierte la curiosidad de los jóvenes por la revolución de dos siglos atras, y acabe provocando una revuelta estudiantil. En todas estas intrigas políticas, la opinión del desdichado sabio es la última en ser tenida en cuenta, aunque es sobre él sobre quien acaban recayendo todas las consecuencias de las mismas.

  Final de la zona de peligro de spoilers

La forma en como Le Guin nos cuenta la historia de Shevek no es lineal. La novela comienza con la partida del sabio hacia Urras, y va alternando un capitulo de sus aventuras en el mundo vecino, con un capitulo dedicado a los recuerdos de su vida en Anarres. De esta forma podemos apreciar mejor el contraste entre ambos modelos de sociedad, algo fundamental para comprender adecuadamente una novela como esta, con una fuerte carga de crítica política.

Planisferio del planeta Urras, tomado del sitio web Las Doce Moradas del Viento

Así, es en los capítulos dedicados a la estancia de Shevek en Urras en los que el tema del choque cultural es mas claro. El eminente físico es un completo ignorante en lo que a las normas de comportamiento que rigen en una sociedad que podríamos considerar equivalente a la nuestra se refiere. Lo primero, obviamente, el dinero. Shevek viene de una sociedad no monetaria, en la que se intercambia favor por favor y no hay necesidad de comprar nada. Llegado a Urras, necesitara de un cicerone que le enseñe lo que es comprar, y como se hace. Que le explique que ese dinero se le ha entregado a cambio de las clases que da en la universidad. En fin, que le explique todo el ritual comercial, algo que para el no es mas que una referencia extravagante sobre el pasado bárbaro en un libro de historia, una cosa tan alejada de su experiencia vital como para nosotros lo sería un proceso por brujería.

Pero no es el único problema de adaptación al nuevo entorno que tendrá. También viene de un mundo estrictamente igualitario, por lo que no entiende el concepto de jerarquía, ni es por lo tanto capaz de comprender que hay de indigno en que un catedrático de la universidad hable con el conserje como si de su igual se tratase, o no acepte plegarse a lo que entiende como una actitud servil cuando trata con sus superiores jerárquicos. Tampoco entiende que en el mundo de sus anfitriones exista la idea de que ciertos trabajos no son propios de mujeres (o de hombres) si, como dice en una ocasión, las maquinas ya han borrado los impedimentos que en su momento puso la biología. Por boca de su personaje, en resumen, Le Guin nos muestra los prejuicios imperantes en nuestra propia sociedad.

Planisferio del planeta Anarres, tomado del sitio web Las Doce Moradas del Viento.

Pero no pensemos por ello que la otra mitad de la novela, la que trata de los recuerdos del hogar de Shevek, va a ser un cántico a la utopía. Muy por el contrario, Le Guin hace una crítica lúcida sobre los riesgos que una sociedad semejante puede correr. Vemos que aun en una sociedad no jerarquizada, puede existir el tráfico de influencias, si se tiene una red de contactos lo suficientemente amplia, que se puede crear una burocracia no oficial, pero real, donde se supone que no la hay, y como en nombre de la ortodoxia ideológica puede aparecer la discriminación en un mundo igualitario. Como en una sociedad en la que la opinión que los demás puedan tener sobre ti como persona define tu estatus dentro de la misma, el miedo al que dirán puede acabar imponiendo una férrea autocensura.

Le Guin apunta por boca de sus personajes como causa de estos males que minan poco a poco la sociedad utópica a la autocomplacencia de los propios habitantes de Anarres, tan confiados de haber creado la sociedad perfecta que ya no ejercen la que debía ser primera obligación de un militante anarquista, que es cuestionarse todo lo que le rodea con espíritu crítico, una opinión que está en consonancia con lo que muchos teóricos del anarquismo apuntan como el principal peligro para una sociedad libertaria, que seria esa perdida del empuje revolucionario y la consiguiente involución. No es el único punto en que se demuestra el conocimiento de Le Guin sobre el tema tratado. La descripción de la sociedad de Anarres es en todo punto consistente con los escritos clásicos del movimiento anarquista (muy especialmente, en mi opinión, con La Conquista del Pan, de Kropotkin), de forma que al lector conocedor de los mismos no le será difícil identificar las referencias políticas.

Cosas a resaltar de la obra.

Un detalle importante de la novela es el lenguaje que usan los personajes. Una de las formas mas eficaces de llegar a comprender una cultura es fijarse en su lenguaje, y Le Guin sigue este precepto a rajatabla al crear la sociedad anarresti. Los habitantes de Anarres hablan de una forma que es completamente consecuente con su forma de vida. En una sociedad donde el concepto de propiedad no existe, el lenguaje necesariamente debe reflejar este hecho, así que en los pasajes de la novela en los que personajes nativos de Anarres dialogan, jamás usan las formas posesivas (mío, tuyo, etc.) substituyendolas por formas mas situacionales (lo que estoy usando, lo que tengo aquí). Asimismo, dichos personajes usan palabras hipotéticamente creadas por su propia sociedad, como propietariado o arquista (termino que sería lo opuesto a anarquista, un partidario de cualquier clase de jerarquía) en las que no es díficil reconocer caricaturas de términos propios de la teoría política como el concepto de proletariado.

Novela de indudable prestigio entre los aficionados a la ciencia-ficción, fue galardonada con algunos de los mas prestigiosos premios del genero: el premio Nebula de 1974, así como los premios Hugo y Locus de 1975, recibiendo tambien una nominación al premio John W. Campbell Memorial. También, dado su argumento, es ampliamente apreciada en círculos anarquistas. En resumen, una excelente novela para emocionarse y sufrir con las aventuras de su protagonista, y al mismo tiempo meditar sobre los límites de la utopía. Ah, y contra lo que pueda parecer, no hace falta ser un radical de izquierdas para disfrutar con su lectura.

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