domingo, 21 de julio de 2013

Barb Wire, la película.


A veces, casi siempre esas tardes de domingo espesas, el cuerpo te pide ver una película que sabes positivamente que es mala de solemnidad. Como la que nos ocupa aquí: con malas críticas, malos comentarios de los fans, reputación de película pésima pensada solo para aprovechar el tirón del mito erótico adolescente del momento, que encima desaprovecha la oportunidad... vamos, que lo tiene todo para pasar un rato divertido, con la condición de que no nos pongamos demasiado exigentes. Aquí hemos venido a ver muchos tiros, escotes generosos, y a reírnos de lo mala que es la película en general, y punto.

Barb Wire, la película.

Tras el enorme éxito del Batman de Tim Burton en 1989, Hollywood volvió los ojos al mundo del cómic, viendo un filón de oro pidiendo a gritos ser explotado. El Batman de Burton, además, marcó el patrón por el que debían de ser tratadas las historias de superhéroes a partir de entonces. Lejos de mesianismo del Superman de Richard Donner (1978) o del kitsch a ritmo de Queen del Flash Gordon de Mike Hodges (1980), los superhéroes a partir de ahora debían de ser personajes oscuros, atormentados, y por supuesto, mucho más violentos. Las productoras se lanzaron al mundo del cómic a buscar héroes oscuros que encajasen en ese patrón para llevar a la gran pantalla, mientras paralelamente las editoras de cómic revisitaban viejas series, adaptándolas a esta nueva moda. En 1996, David Hogan tomó a Barb Wire, la expeditiva caza-recompensas protagonista de una serie futurista creada por John Arcudi para la editorial Dark Horse, con la intención de convertirla en el vehículo que catapultase a Pamela Anderson, protagonista de la popular teleserie Los Vigilantes de la Playa, y mito erótico del momento, al estrellato definitivo, con un resultado lamentable.


La Barb Wire de las viñetas. 

A continuacion se desvelan detalles de la trama.

Antes de empezar, una pregunta: ¿alguien de los presentes aun no ha visto Casablanca? ¿Alguna mano levantada? Felicidades, ustedes pueden ver esta película sin sentir vergüenza ajena. Los demás, déjenme que les explique un poco la trama, que seguro que les va a sonar conocida: Estamos en 2017, y los Estados Unidos están en guerra civil, entre un gobierno dictatorial, con no pocas similitudes estéticas con los nazis por un lado, y una fuerza guerrillera de resistencia por otro. La "ciudad libre" de Puerto Acero es, en medio de todo esto, una zona franca de teórica tregua entre ambos bandos. Una ciudad decadente y peligrosa, dominada por las mafias, por la que se mueven conspirando a su antojo agentes de los dos bandos en guerra. En esta ciudad tan acogedora, el garito de moda es el Metal Hammer, propiedad de Barbara Kopetski, alias Barb Wire (Pamela Anderson), una antigua combatiente de la resistencia refugiada en Puerto Acero. Desengañada de la causa por la que un día luchó, se ha refugiado en el cinismo y en una férrea negativa a tomar partido por más bando que por si misma. Para complementar los ingresos no excesivamente boyantes de su local, ejerce como caza-recompensas, un trabajo siempre lucrativo en el ecosistema de hampones y fugitivos que conforma la población de Puerto Acero. Pero esta existencia, si no cómoda, si rutinaria, está a punto de dar un giro inesperado. El antiguo amante de Barbara, Axel Hood (Temuera Morrison) ha llegado a la ciudad. Acompañado de la esposa de la que nunca había hablado a Barbara, aparecerá en el Metal Hammer, donde serán recibidos con la frialdad esperable. Axel ha de contactar en Puerto Acero con un traficante local, para obtener unas lentillas especiales que permitan a su esposa, una científica desertora del régimen reclamada por el gobierno estadounidense, burlar el sistema de identificación, basado en el escaneado del fondo de ojo, al que han de someterse todos los pasajeros antes de subir a bordo de cualquier avión en el aeropuerto de Puerto Acero, y así poder huir a Canadá con una identidad falsa. Por una serie de casualidades, estas lentillas acabaran en manos de Barbara, que habrá de tomar una decisión: salvar a su antiguo amante y su esposa ayudándoles en su huida, o ser fiel a su cínico credo y lucrarse con la venta de un material que puede alcanzar un alto precio en el mercado negro de la ciudad.


Fin de la zona de peligro de spoilers.

Lo dicho, ¿verdad que resulta un argumento familiar? David Hogan toma el personaje de Dark Horse simplemente como excusa para poder hacer un remake futurista de Casablanca, intercambiando el sexo de los componentes de la pareja protagonista respecto al original, pero ciñéndose a él en todo lo demás con muy pocas variaciones (aunque eso si, con muchos más tiros y explosiones por el camino, y con vistas privilegiadas al escote de Pamela Anderson también) consiguiendo un catastrófico resultado final. Pero seamos justos, no toda la culpa es del director, ni de los actores. Buena parte de la culpa es de la materia prima con la que trabajan. El verdadero problema, que pocos se atreverán a reconocer, es que la Casablanca original es una película muy simplona, a la que solo la salva (de hecho es lo que la convierte en el mito que es) la potente química que destilan en pantalla Humphrey Bogart e Ingrid Bergman como pareja protagonista. Rodar esa misma historia con actores mediocres revela de golpe todas la salidas fáciles argumentales que en el original quedaban ocultas tras el brillo de los intérpretes. Es la receta segura para el desastre. Si nadie lo había intentado antes durante tantos años, es que debía haber un buen motivo para no hacerlo. 

Pero lo peor no es solo que Barb Wire sea una mala película. Es que hace mala por asociación al original en que se inspira, la idolatrada Casablanca nada menos. Es como el niño de la fábula, que se atrevía a proclamar que el emperador estaba desnudo, para escándalo de los adultos que no se atrevían a admitirlo. De pronto todos los defectos de una de las obras más aclamadas de la historia del cine quedan expuestos sin pudor no por la vía de la parodia, sino del homenaje. El máximo sacrilegio, la mas terrible profanación. Barb Wire se convirtió inmediatamente en una película odiosa para críticos y mitómanos, destruyendo la carrera de Pamela Anderson en Hollywood antes de comenzar. Lo cual es en cierta manera injusto. Si, es una película mala, pero no tanto. Se mantiene en una digna mediocridad en un subgénero que no abunda precisamente en obras maestras. 

Y si a eso le añadimos el morbo de ver el icono de tantos aspirantes a cinéfilos convertido en material para consumo de adolescentes con las hormonas revolucionadas, no me dirán que no merece la pena verla.

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