jueves, 2 de enero de 2014

El musical mas kitsch de la historia del cine: Xanadu.

¡Que grandes fueron los 80! Las hombreras, los estampados estridentes, los rizos, el pelo cardado y teñido de colores chillones, los calentadores de tobillos de aerobic, las Converse All Star... Esa década prodigiosa alumbró verdaderas maravillas de lo kitsch. Para muestra, un horror... esto... un botón. Quería decir para muestra, un botón.


Los puristas podrán decir que Xanadu no pertenece a los 80, pues fue estrenada en 1980, año que numerológicamente todavía pertenece a la década de los 70, pero lo cierto es que a nivel popular ese dígito suele asociarse a la década naciente. Además, uno de los protagonistas proclama durante la película que ya están en los 80, y si ellos mismos lo dicen... y es que, si hay una película que certifica el paso estético de los 70 a los 80, es esta. Cosa mas kitsch y empalagosa no he visto en la vida. Olivia Newton-John había saltado a la fama en 1978 al co-protagonizar, junto a John Travolta, el musical adolescente por excelencia de los 70, Grease, y Robert Greenwald intentó aprovechar el tirón dandole el papel protagonista en esta, cuanto menos, extravagante comedia musical.


A continuación se explican detalles de la trama.

Sonny Malone (Michael Beck) es un joven artista en medio de una crisis de inspiración. Mientras espera esa oportunidad de triunfar que no llega, sobrevive trabajando en una empresa que se dedica a pintar reproducciones de auncios publicitarios para escaparates de comercios. Una tarde mientras pasea, una joven patinadora (Olivia Newton-John) choca con él y, a modo de disculpa, le da un beso antes de marcharse sin decir palabra (dejando tras de sí una estela fosforescente que imaginamos que Sonny no ve). Al día siguiente en su trabajo le encargan pintar la reproducción de la portada de un disco, y descubre que la modelo que aparece en ella es la chica de los patines. Intrigado, pregunta al fotógrafo responsable de la portada, pero este le confiesa que la chica no es una modelo profesional. Es simplemente una persona que pasaba por allí cuando él estaba tomando fotos de un viejo edificio, y que había quedado retratada por casualidad. Al fotografo le gustó aquella instantanea fruto del azar y decidió usarla.

Sonny decide proseguir sus averiguaciones en el paseo marítimo donde encontró a la chica por primera vez. Mientras indaga, ve a un hombre mayor tocando el clarinete sentado sobre unas rocas en la playa (alucina, el mismísimo Gene Kelly) y entabla conversación con él. Mientras están charlando, pasa la chica de los patines, y Sonny sale en su persecución, pero lo único que consigue es sufrir un ridículo accidente. Más adelante encuentra el edificio que aparece en la portada, un viejo auditorio abandonado. Se cuela a curiosear, y en su interior está de nuevo la chica patinando. Entablan una conversación, en la que ella se presenta como Kira (y de nuevo Sonny hace gala de un gran despiste, al no darse cuenta de que la joven desaparece y vuelve a aparecer constántemente mientras habla con él).

Más adelante Sonny tiene un nuevo encuentro casual en una tienda de discos con el anciano clarinetista, que se presenta como Danny McGuire, antiguo músico de swing que se retiró del mundo del espectáculo a causa de un desengaño amoroso, y que hizo fortuna en el negocio inmobiliario. Retirado, siente nostalgia del pequeño local que llegó a regentar en los años 40, y fantasea con la idea de abrir de nuevo un club, pero no acaba de encontrar un local que le agrade. Le pide ayuda a Sonny, pues está convencido de su buen gusto. Más tarde, Kira se aparece en el estudio donde Sonny está trabajando en el cartel publicitario, y le sugiere que ese local podría ser el viejo auditorio donde se encontraron. Sonny traslada la idea a Danny, que al principio se muestra reticente, pues él pensaba más en un pequeño club, y no en una gran sala de fiestas, pero finalmente se contagia del entusiasmo de Sonny. Solo queda decidir el nombre para el local, pero en esas de nuevo aparece misteriosamente Kira, recitando unos versos de Coleridge, entre los cuales Danny encuentra el nombre ideal: Xanadu.

Fin de la zona de peligro de spoilers.




Trailer promocional de la película. Tremenda, ¿verdad?

No se puede decir que Xanadu sea una gran película, ni mucho menos. En su época cosechó malas críticas, y  fracasó en la taquilla. Sin embargo, su banda sonora, en la que, además de la propia Olivia Newton-John, aparecían intérpretes como Cliff Richard y bandas como The Tubes o Electric Light Orchestra, adquirió pronto la categoría de mito. Por lo que se refiere a la película en sí, Xanadu es kitsch hasta llegar al nivel de la caricatura, y hasta un poco más. Son los años 80 elevados a la enésima potencia. La década apenas comenzaba, y el listón ya se ponía a la altura de las nubes de salida. Vestuario de colores chillones, mallas ajustadas, neones de colores fosforescentes, todo el mundo patinando en todo momento... alucinante. Los números musicales son a cual más esperpéntico. Realmente cuesta decidirse por uno en concreto. Yo en particular, y dejando aparte el apoteósico final, me quedo con tres: Gene Kelly en la tienda de moda adonde acude a actualizar su vestuario, probándose un terno tras otro, a cual más infame, el duelo en el viejo auditorio entre una big band de swing y una banda de glam rock, y la secuencia en la que Kira y Sonny se convierten en dibujos animados estilo Disney. Secuencia que, dicho sea de paso, es obra del mismísimo Don Bluth. Realmente, es alucinante la cantindad de grandes nombres que aparecen en los créditos de este engendro. Cuanto talento desperdiciado. Pero, quizá por el mismo encanto de lo grotesco, Xanadu conserva ese aura de película de culto. En 2007 su argumento se adaptó a un musical de Broadway que cosechó un gran éxito. La nostalgia de los 80 sin duda ayudó mucho a ello.

Para aquellos que no sean unos nostálgicos recalcitrantes de los 80, mi recomendación personal es que vean esta película echándole mucho sentido del humor. A poder ser, en compañía de amigos con ganas de reirse un rato, y con unas cuantas cervezas a mano. Si es así, seguro que les arranca más de una carcajada, aunque no se trate de una película cómica.

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